(Recomiendo a los usuarios de Spotify que al leer éste articulillo escuchen una y otra vez The Old Fun City de Burt Bacharach en la banda sonora de "Butch Cassidy And The Sundance Kid" para mayor apreciación y sumergimiento en el contexto del escrito. Es más, les insto a buscar las imágenes que me han inspirado el texto.)
El video me ha provocado nostalgia y melancolia por un tiempo que no pude vivir ni conozco ni conoceré a nadie que lo haya vivido. Es una situación histórica en la que mentalmente me gusta imaginar al Dr. Júvar o a mi padre; por supuesto, sé que no la vivieron pero, desde luego, conociéndoles, es perfectamente elucubrar que la vivieran, no por la edad física que aparentan.
La gente, consciente de la cámara rombolesca (nada que ver con las de ahora) en el morro del tranvía, procuraba pasar por delante de ésta de manera disimulada (como quien no quiere la cosa) aunque había algunos transeúntes que montaban la escenita y se hacía ver de manera teatral como si se hicieran una retrato al estilo de la escena de The NY Sequence en "Dos hombre y un destino".
Ver a gente bien vestida (¡y de diario!) por el Paseo de Gracia o la Calle Salmerón es una imagen que me sorprende y a la vez me parece natural, como si la hubiera visto un millar de veces (en mi cabeza). Hoy en día, mucha gente se emperifolla cuando en realidad visten como pordioseros (no implico que trajearse sea la máxima de mi canon estético); lo que debiera hacer todo el mundo es llevar la ropa con más naturalidad; a todo el mundo se le ve interpretando un personaje de acuerdo con su estilo de vestimenta, cosa que resulta ridícula y cargante ya que no es su verdadera personalidad sino un ente creado por el miedo al "¿qué dirán?". En las imágenes inspiradoras de lo que escribo veo inconsciencia en cuanto al atuendo, cada uno lleva lo mejor que puede lo que tiene para cada día sin importarles que llevan pues es lo que les identifica dentro de la sociedad en la que, con mayor o peor fortuna, diré que se sitúan más arriba o más abajo pero están orgulloso de su posición. Actualmente, el que está arriba pretende que está más abajo y el que está abajo apunta para arriba con un falso orgullo de su posición real. Cada uno debe aceptar lo que es y donde está a la vez que acepta lo que son y dónde se encuentran los demás.
Hay una asunto que sigue inquietándome, lectores míos: ¿me ven ustedes como un excéntrico pretencioso, un romántico acabado o qué? (Espero que empiecen a usar más a menudo la sección de comentarios de este blog).
Espero que este artículo les haya resultado menos pesado de leer ya que algunos de ustedes ya me han criticado por extenderme demasiado. Adjunto, además, un saludo a la señorita Fores quien me ha mentado la despreciable pero necesaria publicidad que hago de estos escritos.