lunes, 16 de mayo de 2011

¿A que nunca había visto decirle adiós a unos zapatos?

A proposición de la señorita de los zapatos rojos he decidido disertar acerca de calzado. Hace una semanas estuve en Florencia y, de camino allí, en la población de Santa Margherita Ligure me compré unos mocasines azules de ante. Hacía una eternidad que no me ponía en la Isla y al otro lado del Atlántico llaman "loafers".

Al principio me parecieron una de esas mamarrachadas de la moda actual que permiten a los oficinistas un toque de informalidad dentro de su uniforme pero una vez empecé a pasear con éstos calzados me di cuenta de lo cómodos que son. La sensación era de ir con zapatillas de andar por casa pero très à la mode. Todo en ellos era estupendo hasta que apareció mi hermana y su gran sentido de la estética para increparme por llevar calcetines.

Obedeciendo su criterio aquel paraíso se convirtió en un infierno de adoquines, además tenía frío en los tobillos mientras la planta de mis pies era un horno. Para colmo, acostumbrado a los zapatos de cordones cuya suela solo se flexiona de manera cóncava, los pedazos esos de cuero se doblaban también en sentido convexo con lo que cada borde de adoquín de me clavaba en el pie como si fuera descalzo.

Reconozco que los zapatos de cordones no son prácticos a la hora de ponérselos y, menos, a la de quitárselos uno. De todos modos, al tener una estructura parecida a las botas amortiguan los pisotones y hacen que el impacto contra el suelo no le acabe reventando el alma al caminante.

Entiendo que los zapatos de vestir no sean cómodos para según que situaciones y terrenos pero ir con bambas (como llamamos los catalanes a las deportivas) puede dar una imagen poco adecuada para según que ambientes (aquello de que bien vestido se puede ir dónde se quiera).

En definitiva, que el calzado debe llevarnos lejos pero que nos guste que nos lleve. si vamos con unos zapatos que nos gustan pero no llegamos al umbral de la puerta no vale la pena. Esto no va para las damas ya que todos sabemos que la belleza duele, pero les recomiendo que para evitar el dolor de los tacones prueben unos Ferragamo, que no acaban doliendo como unos Manolos u otro producto de otra casa (¡nótese que no lo digo por experiencia propia!).

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