lunes, 5 de septiembre de 2011

El dinero, por un lego en economía

Dice Cicerón en De Senectute que jamás ha oído (o, mejor dicho, oyó) que un anciano olvidase donde había escondido su dinero. Bien, esto no es lo que me ha pasado a mi. Hace cosa de un mes, en una visita a mi abuela me dijo que se había encontrado 5500 pesetas en una carterita que le regaló, hace años, mi difunto abuelo. Son cinco billetes de 100 pesetas (del año 1970) y otro de 5000 (éste, del 76): los primeros vienen con un retrato de Manuel de Falla y el de 5000 con el de Carlos III.


Lo interesante de todo esto no es cómo mi abuela olvido esta fortuna en un bolso que no ha utilizado en, al menos, treinta años sino en lo que he reparado al echar una ojeada a las 5500 pesetas de mi abuela al volver del banco esta mañana.

Hoy mi madre me ha pedido (para la caja de la empresa familiar) que fuera a buscar cambio de 1000€. Con dos billetes de 500 me he dirigido a la sucursal del Banco X que hay en la esquina al otro lado de mi calle. Tras sospechar de mi mismo como atracador de bancos (es lo único que provocan esas puertas de seguridad) he esperado a que quedara una ventanilla libre y me he acercado a la amable cajera con intención de hacer la transacción (aunque técnicamente ni el banco gana nada ni yo gano nada, es la entrega de mil euros por su tantundem). Lo que ha sucedido es que la señorita me ha pedido un número de cuenta pero no tenía intención de ingresarlo ni tengo cuenta en el Banco X así que le he repetido que yo quería cambio. A esto ella me ha insistido en que necesitaba una cuenta particular pero, aun explicándole que venía de parte de una empresa me ha reclamado que necesitaba a un apoderado para poder hacer el cambio con una cuenta de empresa, cosa que yo no quería; tratándose como se trataba de simple cambio.


Si yo traigo un efectivo de 1000 (no teniendo ninguna deuda con ninguna entidad) implica que yo respondo de esa cantidad personalmente y que, por mucha rabia que le dé, a la amable cajera (ahora mala bruja, devoradora de tiempo y productividad), tendrá que darme otro tanto de la misma especie y calidad de lo que yo le entrego. Puedo entender que esto sea para evitar que un moroso trate de pasarse al efectivo para no pagar sus deudas bancarias, como hacía el dibujante Vázquez, pero no admito como excusa que el motivo de esto sea evitar que se dé cambio con la entrega de billetes falsos; seamos francos, al banco no le interesan los billetes falsos (ni a mi tampoco) pero el banco es la entidad idónea para interceptarlos. Por otro lado, con sus medidas de seguridad en la puerta y a la hora de darme cambio ya envían a tomar viento la presunción de inocencia hasta de la más venerable anciana (cosa que he visto cuando una señora no entendía como entrar por la puerta de seguridad, que es triple en el Banco X). Tras dedicarle un par de sonrisas condescendientes a aquella amable cajera que me ha aumentado el mal humor mañanero propio de mi persona he decidido probar, a ver qué me decían, en el Banco J, el cual me ha dado siempre la sensación de ser de los de toda la vida; a pesar de que algunos de los jefes de esa sucursal vayan en mangas de camisa y yo me afeite más que ellos (¡Qué carca soy!).

En el Banco J me han tratado con amabilidad y me han dado el dinero al instante, cierto que en este sí tengo una cuenta pero dudo mucho que el cajero lo supiera dado que no me lo ha preguntado y solo he entrado en ese local para usar el cajero automático algún fin de semana.

Al llegar a casa, le he entregado el efectivo a mi madre y, como ya he dicho, me he mirado las 5500 pesetas: en los 6 billetes, que tienen tantos años que podrían ser mis padres, reza una inscripción "El Banco de España PAGARA AL PORTADOR (tantas) PESETAS. Madrid a tantos de tantos de mil novecientos tantos". Cierto que ni el Banco X ni el J son el Banco de España (cuyo edificio sucursal en Barcelona es precioso tanto por dentro como por fuera) pero llevo un título que me es válido en varios países el cual depende del Banco Central Europeo, que a su vez delega en el Banco de España.

Lo que realmente me sorbe el seso y no soy capaz de comprender es la presunción de culpabilidad que se nos aplica cuando pretendemos hacer un inocuo cambio de dinero y se nos trata como estafadores que usan moneda falsa o blanqueadores de dinero. A mi parecer se trata de una atribución de poder al cajero a lo vigilante de piscina (alguien que no tiene potencial de liderazgo y se le legitima para usar la vil excusa de "es por su seguridad" para marimandonear y no beneficiar, tampoco diré perjudicar, a aquellos que pretendemos hacer uso de un servicio: cambio en el banco, baño en la piscina).

En definitiva, es envidiable la falta de escrúpulos que tienen algunos cuando se trata de ser un estorbo y la vergüenza que tiene la gente para ser amable. Para mi no ha sido un gran esfuerzo añadir a la nota de mi madre que cantidad de billetes necesitaba de cada tipo y la cantidad de euros que representaban respectivamente, del mismo modo, no espero una sonrisa ni un cómo esta usted aunque el más aséptico y frío de los servicios debe ser agradecido si es que nos lo hacen. No hace falta ser un mono pelota, pero cuando se hace un trabajo y, encima, se nos paga por ello, en primer lugar, debemos hacerlo y, en segundo, debemos hacerlo bien como poco.

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