martes, 7 de diciembre de 2010

Burguesía postmoderna

Después de haber cerrado mis anteriores blogs he decidido usar, al fin, éste que cree hace ya algún tiempo. A diferencia que con mis otros blogs esta vez no actuare de manera tan clandestina como hice anteriormente pero si pido a mis anteriores lectores que, por favor, no revelen por comentario explícito a mis publicaciones los títulos ni direcciones de mis anteriores escritos. Debe tener en cuenta el lector que los hechos que narraré son reales aunque los personajes que los viven pueden no ser exactamente los que los vivieron y, desde luego, la mayoría de lugares, fechas y nombres de personajes variaran de los originales reales por discreción hacia mis conocidos y todos aquellas entidades que puedan sentirse ofendidas.

Tras esta tediosa y pomposa nota procedo a contar lo que pretendo con este blog, mis vivencias personales.

Por algo se empieza y ¿cómo se acaba?

Como cada dos jueves, habíamos quedado los de la peña, debo decir que hay un desfase generacional por mi parte respecto al resto de integrantes del grupo, si no fuera por mi la media de edad estaría en los 50 años y yo solo cuento con 19. Por otro lado, la edad no es la mayor de la pruebas del mencionado desfase: sin ir más lejos, uno de los integrantes de la peña es mi padre. Para aquel que desconozca el término peña, se trata de las distintas agrupaciones de amigos que se dan dentro de un mismo club de caballeros dado que no todos los integrantes comparten mismas aficiones u opiniones (a pesar que los estatutos de muchos clubs prohiban hablar de política, ética y religión), en definitiva grupos de gente que se cae bien.

Generalmente, se suele quedar periódicamente para comer o cenar aunque hay peñas temáticas como la Peña del Puro o la Peña Musical. Suele estar integradas solo por hombres dado que la mayoría de socios de un club de caballeros son hombres aunque gran parte de estos admitan la pertenencia de mujeres como socias aunque también hay peñas de mujeres o peñas mixtas.

Como decía, la cena se había convocado como uno de cada dos jueves. Enviado un mensaje por el que podríamos llamar presidente, Jaime Montepoblado. Este personaje de carácter, amigable pero duro es un economista cojo con el humor más acido y la mayor sensibilidad hacia temas escabrosos. Buen comedor pero no gran bebedor aunque con buen gusto para vinos de cualquier tipo.
El mensaje que nos acostumbra a enviar suele llevar por título la fecha de cita pero el contenido rara vez se acerca concreciones acerca de la velada, suele ser una queja divertida aunque cierta obre algún tema de actualidad. Como decía en su ultima nota me presenté en el club Rambla abajo tras haber acabado de impartir la clase de cada jueves y hecho una visita a la casa Boadas. Como es habitual llegué antes que nadie y aproveché para leer un rato el libro que ahora ocupa mis ratos de lectura de entretenimiento. Me había instalado con cenicero y tabaco en lo que se llama La Pecera, sala de grandes ventanales a lo Starbucks que no tan solo permite disfrutar de las vistas de la Rambla sino que también permite a la Rambla observar a quien este dentro: a mi, en este caso.

No pude leer demasiado dado que al poco rato vi un Fedora marrón que identifiqué como el de mi padre, que entró en la sala con cara de frío informándome de que venía un hombre que yo ya conocía pero con el que jamás había coincidido en una peña. Muchos se han referido a éste como Cola de Visón, por el hecho que para entrar en la Casa hay que llevar corbata o parecido y el susodicho se tomó muy a pecho lo de "parecido" y, entre otras cosas, usó una cola de visón como corbata. Este es un barbudo ex fumador licenciado en medicina que, a parte de tener una gran cultura literaria, es docto en muchas ciencias: no por nada es integrante de la Asociación Mensa. Éste era Marc Antoni de Guarda.

Las charlas con cualquiera de los que son actores de historieta transcurren de la misma manera que las que tengo con un compañero de mi edad es por ello que les considero compañeros y amigos míos más que amigos de mi padre. Además, a mi padre también le considero, en ciertas ocasiones, más un "compi" que un progenitor.

Luego de reunirse con nosotros el señor de Guarda se presento Sebastià, uno de los camareros para tomar nota de la cena e interrogarnos acerca de nuestra posible apetencia por un aperitivo a la que Marc Antoni y yo respondimos afirmativamente pidiendo una cerveza y un Dry Martini respectivamente. Fue en aquel instante que marchaba el camarero que un hombre se quitaba, desde el otro lado del cristal, el sombrero negro para saludarnos. Todo aquel que tenga un mínimo conocimiento de lo que es el dandismo entenderá de que tipo de personaje hablo. A éste se le podría definir como un John Henry Holliday no tuberculoso con ciertos aspectos dalinianos y la excesiva, que no incomoda, caballerosidad propia de un dandi. Médico retirado como odontólogo de buen comer y beber, conocedor de puros y muchas otras virtudes. Se trata de mi mentor en las materias del dandismo y la galantería, el Dr. Jorge Júvar a quien suelo llamar Jordi o Doctor.

Cuando hubo guardado, mi mentor, su abrigo, subimos al comedor a ver que nos daban de cenar. Cuando nos sentamos a la mesa llegaron nuestro "presi" acompañado de Josep Dennis, melómano e historiador afectado de corea de Huntington.

La cena se desarrollo pacíficamente hasta que retiraron el primer plato. Como ya es costumbre, alguien (de Guarda) bienintencionadamente, hizo una pregunta para picar al rezagado Escartín, de nombre José, que entraba por la puerta con trampantojo. PAra picar a éste monárquico derechista (que no ultra) solo hace falta sacarle algo como la lengua catalana o algún tema que el pueda considerar nacionalista catalán. En poco menos de un minuto José y Marc Antoni estaban enzarzados en un duelo mental. Marc Antoni tiene la facilidad de hallar polémica donde sea y una oratoria y dialéctica admirables, por otro lado, Escartín no deja de ser docto y sabio aunque tozudo y, a veces, poco racional. Las cornamentas estuvieron chocando hasta que se acabaron los postres, no hay mejor manera de disfrutar una cena que escuchar una discusión entre dos eruditos, además de que se aprenden muchas cosas.

Después de la cena ya es tradición que nos instalemos en el Salón Escarlata, ahora del Piano. Nos sirven cafés e infusiones y yo, el joven, soy enviado al armario de la peña para coger las botellas que me indiquen. Acto seguido un camarero nos trae vasos, copas y hielo. A partir de estar servidos la cosa empieza a degenerar. Cada uno habla con quien quiere y a partir de la una nos retiramos, yo estuve hablando de ciencia-ficción con Marc Antoni mientras los demás discutían sobre las diferencias de metabolismo entre hombres y mujeres. Que si ellas van por ciclos lunares, que si nosotros por ciclos solares; que si el cacao, que si los brotes de soja... Ilustrativo pero poco práctico, mejor dos paquetes de cortesía, una pizca de caballerosidad y, por si acaso, un mínimo de paciencia. Esto es lo que necesita, de forma básica, una mujer de un hombre.

Cuando pitaron a retirada, recogimos nuestros abrigos, sombreros y demás de guardarropía y enfilamos Rambla arriba recitando a Pitarra y otro autores catalanes y algún que otro del resto de España o simple litterae castellana. Al llegar a la plaza Catalunya mi padre y los demás se repartieron en taxis y me quede solo con el doctor Júvar. Viendo a la noche joven decidimos acompañarla dado que no podíamos dejar sola a la señorita Luna y, tras un corto paseo, nos metimos en el Boadas donde siempre me reciben con brazos abiertos. Allí hablamos de nuestras aventuras y conquistas las mías, recientes; las suyas, de hace años. No es que el sea muy mayor, aun no ha hecho los cincuenta, sino que ha vivido mucho y ahora es un hombre casado. Pero por lo de la edad, su aspecto parece decir que acabo de cumplir los 35.

La conversación que continuó no puedo reproducirla dado el estado achispado en el que nos encontrábamos y el jaleo general que había en el bar. Hacia las dos y media de la madrugada cada uno cogió un taxi y nos fuimos a dormir por que los dos teníamos, al día siguiente, trabajo y clase.



Permitan, mis lectores, excusarme por las aburridas presentaciones de los personajes pero comprendan los veteranos que los recién iniciados en mis escritos por esta nueva publicación no deben conocer muchos de los personajes de los que hablo además que, por otro lado, hay algunos nuevos. Trataré de corregirme en las próximas entradas.

4 comentarios:

  1. 1- Si no hay foto o descripción de los salones, no hay mucho ambiente.
    2- Discrepo, Sherlock, ilustrativo y tremendamente práctico, ese es el problema de los hombres, que pierden la capacidad de sorprenderse demasiado rápido.

    ResponderEliminar
  2. A que las mujeres somos como la marea.

    ResponderEliminar
  3. Ah, y no intentes corregirte, me gusta como está.

    ResponderEliminar