miércoles, 4 de julio de 2012

Edward VII Rooms

Nunca pensé que mi desprecio hacia los huelguistas llegaría al punto del odio. Hace ya dos días que estoy instalado en Londres pero mi odisea hacia la ciudad de Holmes, Churchill y otros ha hecho que me plantee si realment tiene utilidad el hecho de provocar parones en las tareas que a uno se le adjudican más alla del hecho más notiorio que es, hablando en plata, joder al personal.

Después de que mi amigo Stranglehoff me dejara en el aeropuerto, esperé a que abrieran mi puerta de embarque cosa que no se hizo hasta 30 minutos más tarde de la hora a la que se suponía debía despegar mi vuelo. Fue entonces cuando la amable senyorita que me estaba revisado el billete fue avisada de que el vuelo se volvería a retrasar. Al parecer había sido alcanzado por un rayo cuando iba para Barcelona y, por imperativo legal, debía pasar una inspección cosa que llevó a otra espera de hora y veinte minutos. Por muy molesto que sea esto, no tiene mucho sentido enfadarse con el tiempo.

Tras la eternérrima espera, al fin pude ocupar el asiento 8C y ponerme a ver episodios de una serie americana de los 70 en mi iPad. Todo iba como la seda. De pronto eché en falta algo, aun no había pasado ninguna de esas señoritas que creen decir las cosas amablemente pero más bien parece que le traten a uno de imbecil pidiéndome que desconectara aquello que solo ellas llaman "equipo electrónico". Miré el reloj, hacía 20 minutos que estabamos en pista para despegar. Dos minutos después sonava por megafonía la voz del piloto que debía esputar mucho al microfono pero aun así se comprendía su mensaje: no nos movemos por la huelga de controladores aereos.

Me revienta el hecho de tener conocidos que hacen más horas que un reloj y tienen problemas para llegar a fin de mes mientras cuatro mindundis bien pagados, se quejan de su salario. Bien, cierto que los dichosos cotroladores también trabajan lo suyo pero no me parece adecuado a la situación que pidan mejor salario cuando hay más de 5 millones de parados. Por otro lado, cuando uno hace huelga, a quién debe joder es al patrón y dudo mucho que cualquiera de los pasajeros con los que viajaba tuviera relación con él, sea quien sea ese Fulano. ¿Cómo terminamos? Con un cabreo de tres pares por una cosa dirigida contra alguien que no tiene ninguna culpa y si quiera inmuta a quién debiera de estar dirgida.

El avión despegó 3 horas más tarde de lo que estaba planeado y yo con un humor y un vocabulario de aquellos que algunos dirian: "En mi pueblo ni los carreteros"; todo ello dirigido contra los mismos que lo habían provocado, por suerte eso se limitaba a mi mente ya que, como dice la madre de una buena amiga, es de muy buena educación pensar las cosas a la cara de la gente; a pesar de que en mi caso no se quién es esa gente y no se realmente si vale la pena saberlo.

Tras aterrizar todo fue como la seda. Llegué a Londres en menos de dos horas y en media hora más estaba descargando mi maleta y mi banjo en Northumberland Avenue. Entrar y ver a un monton de gente en pantalon corto y chancletas fue una imagen bastante decepcionante aunque debo decir que el chancletismo de ese primer momento no tiene nada que ver con el buen gusto y la corrección que ahora me rodea entre clases y residencia.



Siendo sincero debo decir que esperaba algo digno de un Charles Ryder de Retorno a Brideshead pero con lo que tengo me basto (algo estrecha si es, mi habitación). No soy muy amigo de los estereotipos ni los clichés pero todo mi pasillo huele a curry y he ido viendo que la mayoría de mis vecinos son indios. De hecho esta mañana hablaba de series de televisión con el de la 633 y se quejava de que el no tiene el acento del indio que aparece en Big Bang, comentario que me ha obligado a toser con un mínimo teatrillo. Claramente sí somos, todos, muy estereotipados, pocos españoles hay en mi residencia pero los únicos que no gritan al halar son los que son de Barcelona (que, contándome a mí, somos 3).

Me alegra esar rodeado de tal muliculturalidad, no solo por la variedad si no por la calidad personal de aquellos con los que he tenido la suerte de establecer relación y por la grandes mentes con las que estoy teniendo oportnidad de aprender.

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